Soñé que me echaba a dormir en la calle, al lado de una calzada, los bondis y camiones me tiraban finitos amenazantes y no me dejaban dormir. Ahí me incorporaba y aparecía Maradona y jangueábamos un rato. Íbamos hasta el almacén de la esquina, una ochava con los parroquianos charlando en la vereda. El diego se ponía re pesado a hablar con todo el mundo.
Yo agarraba Humboldt y me iba hasta casa, o la casa de Ema, me recibía en la puerta un gatito rubio. Él exclamaba en gesto desesperado, alertándome de algo. A mi me daba terror y ni siquiera lo acariciaba, lo evité y entré a la casa.
En la primer habitación, a la izquierda del pasillo, había una artista haciendo sus cosas y yo saludaba de paso, muy discretamente para no interrumpirla. En eso cae flotando del techo un gatito gris todo destartalado, sujeto por pequeños globos inflados alrededor de su cuerpo, que lo sostenían así para que no se desarme como una alpargata vieja. Con el movimiento algunos globos se reventaban y la morfología del gato mutaba en una deformidad dadá.
Me sentí homeless, me sentí acompañado por otres homeless (el diegote) y cuando quise ir al hogar (en Villa Crespo) me recibieron gatitos hechos verga.
El sueño podría reflejar ansiedades sobre la estabilidad personal, la conexión con otres y la autoimagen del narrador.