Ayer fue muy emocional, y no es una metáfora. Así son los contratos de laburo que firmo; si le sacás la tapa el vapor se escapa y el calor se disipa rápidamente. Entonces hoy. Pero Salvador, la bahía, tiene mucho espacio para el relato, para descer a ladeira hasta la plaza y encontrar alguna experiencia vital.
A esta hora aún hay banana real, y cafezinho. Ya te dije que odio el café con azúcar, pero en contexto de rúa y acompañando el pastel, me parece delicioso. Y es que no me estoy bebiendo sólo el café, estoy experimentando el relato del café, de pie enfrente al kiosko. La señora del kiosko de tapabocas, por eso no le pregunto su nombre. El foráneo que llega respetuoso a pedir un coco gelado, alguien que pasa y dice bom día, gente del barrio que saluda y le dice un descanso al negro que abre los cocos en el kiosko: “é bom mexer com o celular, eh?!”. Hay calor, pero pasa un preto magrinho todo arrumado, de jeans y canguro. Todo el mundo usa lentes, yo los dejé en casa, los uso sólo para la pantalla.
Llega un perro rubio casi blanco, trae a un señor casi de su color. El perro no lleva lentes pero va directo al negão dos cocos, quien interrumpe su memencia para servirle cocos al perro. Revuelve los tanques con los cocos vacíos, el perro se impacienta ya demasiado. El humano señor le dice algo sobre los modales, y el perro posa sentadito como para gettyimages. El perro es muy bello y su lengua sedienta cada vez más prominente.
La mujer callejera de la música está escuchando tecno, baila sentada a las carcajadas. Creo que la gente llama a esa música de putería. Ella anda siempre en la vuelta, con su radio portátil que le costó “un billete de 50 y uno de 20”, según ella 120 reales. Y por fin el perro recibe su coco abierto, lo lame con goce desesperado, irradia satisfacción, pide más y más. Quién pudiera tener su moral y privilegios.
Banana real es un pastel de plátano, bahiano y frito, con azúcar y canela por afuera. Es como algunas personas introvertidas: crocante por fuera pero cremoso por dentro.
La avenida Oswaldo Cruz es muy activa, recién se calma a la noche. Y aunque es evidente que lo que lleva es el tráfico cotidiano hacia Barra y hacia el Centro; un albañil desde la acera de enfrente le grita: “voltou, Lula voltou!” como si fuera una caravana del PT. Épico y antirandom, millones de personas esperamos Octubre.
El café hirviendo limpia el paladar plastificado, aunque el calor se disipa rápidamente por el vaso de plástico. El perro que absorve cocos, la gente que pasa y dice buen día, todo se disipa rápidamente, excepto la luz del semáforo, que en semieterno rojo me retiene en lo inmediato, en la búsqueda de la sombra.